Hoy en día, muchísimos cristianos han olvidado que no han venido al mundo sino a servir y a dar todo al prójimo.
Más aún, incluso muchísimos sacerdotes, al llegar a la dignidad sacerdotal, han olvidado que por Dios se han hecho sacerdotes para servir a la Humanidad y en vez de hacer esto, se piensan superiores a los demás y se erigen sobre las cabezas de otros cristianos. Pero olvidan que nadie es sacerdote para sí mismo y que el mismo Dios les dijo que no llevaran ni alforja ni túnica de repuesto, que sirvieran sin más y confiaran en la Providencia y así siendo humildes obtendrían Caridad y serían ejemplos de Vida y Verdad.
¿Pero por qué es tan grande este problema? Porque, valga la redundancia, en el hombre es grande el deseo de ser grande. Sin ir más lejos no hay que coger más que el mejor ejemplo del mundo, Cristo, y ver como en los Evangelios surgen este tipo de problemas. Por citar dos:
– Cuando el Señor corrige la ambición de los hijos de Zebedeo, Santiago y Juan, y su madre; en Mateo, 20.
– Cuando el Señor arregla la discusión de los apóstoles cuando pugnaban por saber quién sería el más grande; en Marcos 9.
¿Pero cuál es la respuesta del Señor ante cada uno de estos casos? En el primero nos acaba diciendo:
“Sabéis que los jefes de las naciones las tiranizan y que los grandes las oprimen con su poderío. Entre vosotros no debe ser así, sino que si alguno de vosotros quiere ser grande, que sea vuestro servidor; y el que de vosotros quiera ser el primero, que sea el servidor de todos.”
Y al segundo caso nos contesta:
“El que quiera ser el primero que sea el último y el servidor de todos”.
Dije “nos dice” y “nos contesta”… ¿Por qué? ¡Porque la Palabra de Dios está viva! No es una Palabra que Cristo dijo a los apóstoles solamente, sino que nos dijo a todos y cada uno de nosotros a través de los tiempos y en todo lugar y momento. Dios mismo nos exhorta a cumplir esto: Estar al Servicio de la Humanidad.
De nada le sirve a Dios que seamos Grandes en la Tierra, eso solo les importa a los hombres, pero nosotros, los cristianos, no podemos ser así, tenemos que ser GRANDES y empezar a servir a todos, aunque nos calumnien y pisoteen por culpa Suya… ¡Más grandes seremos con Él en el cielo!
Hagámoslo todo calladamente y con una enorme sonrisa… Obedezcamos en todo momento… Seamos humildes y buenos tanto en lo poco como en lo mucho… Y si alcanzamos alta dignidad entre los hombres, nunca nos olvidemos de cuán grande es Cristo y es Dios, que siendo lo Más, se hizo lo menos: hombre… y pobre.