«No abandonemos nuestra individualidad, ese sello de nuestro ser y obrar que nos es propio, que nos es innato. No midamos a todos con la misma vara, no seamos malas copias de un modelo, no seamos copias, porque cada uno de nosotros ha de ser original» (P. José Kentenich)
El Padre Kentenich fue el primero de los apóstoles de la juventud en el mundo nuevo del siglo XX y con su gran inteligencia, vislumbró rápidamente cual iba a ser el principal mal de este tiempo: la pérdida de la Persona.
Somos únicos. Hemos sido hechos de una forma plenamente original. Todos estamos llamados a una misión muy concreta y somos muy diferentes entre nosotros aunque no podamos apreciarlo en este mundo que busca perder a la persona en la sociedad y no que la Sociedad «se pierda» por el Bien de la Persona.
La misión que nos tiene encomendada Dios solo se puede cumplir teniendo en cuenta esa gran dignidad que tiene la Persona humana. Científicamente hablando, todo individuo tiene su propia secuencia genética que lo hace único en toda la Historia (precisamente por esto el aborto es el gran mal de eliminar Individuos únicos e irrepetibles. Jamás nacerá un hombre o una mujer igual. Jamás).
Para ello, el P. Kentenich, educaba a los jóvenes alertándolos de esos males para poder defender la Verdad: no seas copias, no seais iguales, no seais masa-colmena humana…
No seamos copias ni iguales. La gran tendencia es la búsqueda de ídolos o modelos que copiar para llenar este vacío que conlleva la «inexistencia»: la nada a la que nos somete esta sociedad anónima. Pero Dios no es así con nosotros. Él nos conoce, nos Ama con Amor infinito a cada uno y sobre cada uno de nosotros piensa: «Eres mi hijo, la más bella de mis criaturas».
También nos dice «que no midamos a todos con la misma vara». Cada uno tiene sus cualidades, sus manías, sus defectos, sus caídas, sus faltas, sus deseos, sus sueños… La única vara de medir es la de la Misericordia, pues si no perdonamos, ¿cómo vamos a pedir que nos perdone el Padre? Y si medimos muy severamente o pasamos a todos por una vara muy dura, ¿cómo pediremos luego que seamos medidos más suavemente ante nuestros innumerables pecados por el Hijo que Juzga?
Los católicos tenemos que ir y mostrar el Triunfo de Cristo y llevar su mensaje de Amor y de Perdón. Recordar al mundo que no busque modelos sino que se fije solo en Jesús. Recordar a cada ser humano su infinito valor a los ojos de nuestro Señor. Recordar la belleza de una misión que solo podemos construir uno a uno: el Reino de Dios.
Seamos individuos en un mundo que busca hacer olvidar el sentimiento de «comunión humana». Y es que la comunión es la suma de los Miembros añadidos a Cristo y no la suma de falsas individualidades a las que se compra con falsas libertades para ser integradas en un Todo inservible y manejable.
Como detalle, me hacen gracia los autodenominados «antisistema», siendo ellos los más sistemáticos de todos los hombres.
¡Católicos! Seamos valientes y auténticos «antisistema», pues el sistema del mundo es Perdición. Pongamos en evidencia y hagamos patente el Amor que Dios nos tiene con nuestras virtudes: para que así los hombres alaben al Padre al ver nuestras Buenas Obras.
Seamos Alma Viva.